REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD
NACIONAL EXPERIMENTAL
“RAFAEL
MARÍA BARALT”
PROGRAMA
POSGRADO
DOCTORADO
EN EDUCACIÓN
PEDAGOGÍA
DEL OPRIMIDO
Mene Grande, noviembre 2022
Educación
bancaria
La educación bancaria
considera que los (as) estudiantes se hallan en un estado de máxima pasividad,
con la mente en blanco, susceptible a la influencia del profesorado, dispuestos
a recibir de forma acrítica toda la información que este deposite en sus
mentes, y la función del (la) docente es llenar esas mentes con todos los
contenidos que la humanidad ha acumulado, privilegiando una educación
memorística que solo se limita a adaptar a las nuevas generaciones a la
sociedad establecida.
En ese sentido, el papel del
(la) docente es transmitir la información al estudiantado, de socializarlo y de
inculcarle una serie de valores basados en la obediencia, pasividad, un simple
objeto pasivo y receptivo sin capacidad de decisión alguna. El (la) estudiante se
ve como un elemento del sistema social, como parte de una totalidad compleja,
pero se desdeña su papel como sujeto histórico, olvidándose que pertenece a una
clase social.
Una educación bancaria
concibe a los (las) estudiantes como seres pasivos sujetos al sistema escolar,
que les impone los contenidos, la forma de abordarlos, siendo características
de ella la memorización y el verbalismo. Por tanto, el conocimiento se reduce a
un solo acto de transmisión de información, la experiencia, así como la relación
con el mundo pasan a un plano secundario, generando un ser conformista, que se
acomoda a una realidad opresiva.
La educación, desde la
perspectiva bancaria, es una actividad que tiene como objetivo adaptar a los
(as) estudiantes al mundo en que viven, sin cuestionar las relaciones de
injusticia, opresión y exploración. Freire expresa que para la concepción
bancaria cuanto más adaptados estén los hombres tanto más educados serán en
cuanto a su adecuación al mundo.
La educación bancaria tiene
como uno de sus objetivos fundamentales dificultar al máximo el pensamiento
auténtico, pues su fin último es formar un sujeto pasivo, víctima y victimario
de relaciones opresoras, donde no importa que sienten y piensan los educandos,
sino que obedezcan las órdenes dictadas por los (as) docentes.
Por ello, Freire señala que
la escuela se basa en una pedagogía bancaria, en una relación opresiva que
impide que los (as) estudiantes se conviertan en protagonistas de su propia
historia. A esto Freire contrapone la educación problematizadora, liberadora,
que vincule los contenidos con la realidad social, fundamentada en la actividad
dialógica dirigida a transformar el entorno y a los que intervienen en la
práctica, porque en este diálogo, tanto el docente como el estudiante son
sujetos de aprendizaje, la capacidad emancipadora de la educación se juzga como
el poder de construir un saber productivo.
En la educación liberadora,
el papel del (la) docente ya no es un simple transmisor de conocimientos,
convirtiéndose en un problematizador y generador de desequilibrios cognitivos
en el (la) estudiante, permitiéndole interesarse en la investigación de su
entorno, capaz de construir saberes propios. De esa manera, la docencia no está
centrada únicamente en las decisiones del (la) profesor (a) o en las
necesidades cognitivas de los educandos, sino en los intereses políticos del
grupo, dirigidos a transformar la realidad.
Es decir, es una educación
cuyo objetivo es ofrecer a los (as) estudiantes las herramientas para luchar en
ella, formándolo de una manera integral, con una serie de valores donde
destaquen la consolidación de una conciencia y sensibilidad como ser humano
para la transformación de la sociedad .venezolana donde ellos (as) sean
protagonistas activos (as).
Una verdadera educación
liberadora no implica solamente un cambio de contenidos, sino un cambio en la
estructura educativa. Esto implica salir de la lógica individual
antropocéntrica, para entrar a una natural comunitaria, salir de una
enseñanza/evaluación individuales, a una valoración comunitaria orientada a
permitir la expresión las capacidades naturales, salir de la teoría dirigida a
la razón para sólo entender, a una enseñanza práctica para comprender con
sabiduría, de una que alienta el espíritu de competencia, para vivir bien en
plenitud.
Dialogicidad
Para Freire, un elemento
fundamental del aprendizaje es el diálogo como un componente de su modo de
aprendizaje. Plantea que el diálogo como metodología pedagógica implica una
relación mutua de educación (así como en la cosmovisión indígena se habla de
una crianza mutua) entre los sujetos, tanto en la vida comunitaria más amplia
como en las propias relaciones de aula. Esto significa que se borra la
dicotomía en la que la maestra o el maestro es quien enseña y el (la) estudiante/participante
es el que no tiene luz (el (la) estudiante) y debe ser llenado, por tanto, de
conocimientos.
Este elemento implica, la
generación de una educación que se acerque a la vida. Esto significa romper el
aislamiento de la escuela, la misma se abra a la experiencia cultural y las
necesidades y problemáticas del contexto. El proceso educativo así, en el
modelo, deja de ser una actividad desarrollada exclusivamente en el aula y pasa
a ser un conjunto de actividades que se desarrollan en muchos espacios
educativos, con la participación de miembros de la comunidad.
Lo comunitario, más
específicamente, es un modo de aprendizaje donde se entabla una relación
educativa entre maestros, estudiantes, comunidad, sin jerarquías, ni un sentido
unidireccional, sino en una relación de mutuo aprendizaje, aunque con la
evidente guía del maestro. Asimismo, plantea un nivel de educación en la
relacionalidad, es decir, en la relación de interdependencia, complementariedad
entre la madre tierra, el cosmos, la espiritualidad, el ser humano que ya no es visto como el
centro y señor de todo lo que hay.
Paulo Freire demuestra la
validez del diálogo como fundamento de un nuevo tipo de educación. El educador
no es el único dueño del saber, sino quien estimula el proceso de construcción
del conocimiento en el (la) estudiante, propiciando el cambio de actitudes del
hombre acrítico en crítico, desde la pasividad y el conformismo hasta la
voluntad de asumir su destino humano, desde el predominio de tendencias
individualistas al de valores solidarios.
De allí que Freire plantee
un diálogo crítico y liberador, que debe llevarse a cabo con los oprimidos, a
fin de hacer posible su liberación. Se prioriza el diálogo y la comunicación
entre los educandos mediados por el mundo, se asume que las personas se educan
en comunión de forma dialógica. Por tanto, el diálogo y la comunicación
horizontal ocupan un papel importante en la educación liberadora.
Para Freire, la educación
liberadora conduce a la revolución del sujeto quien pretende cambiar el mundo
de la opresión desde la raíz, partiendo de una relación dialógica entre los
dirigentes y los dirigidos. Por tanto, el proceso revolucionario debe ser un
acto de auténtica liberación basado en una educación dialógica.
Freire señala que el diálogo
implica el pensar crítico del sujeto con completa libertad de pensamiento y
acción, convirtiendo a la educación en un proceso de transformación de la
realidad. Es la acción y la reflexión de los sujetos sobre el mundo para
transformarlo, en donde se conjugan dicha reflexión con la acción para
posibilitar la construcción de un futuro sin opresión.
Análisis
crítico
En la Pedagogía del
Oprimido, Paulo Freire logra construir un discurso desde una perspectiva
crítica, exponiendo una visión de la sociedad actual haciendo una crítica a la
educación bancaria y proponiendo una serie de principios teóricos para
construir una educación liberadora que transforme la realidad y rompa con la
tradición de perpetuar el orden social que favorece a los opresores.
Este orden social injusto es
perpetuado por el comportamiento pasivo de los oprimidos quienes al asimilar y
naturalizar la visión del mundo impuesta por los opresores están contribuyendo
a perpetuar su situación de opresión, la cual no es producto del diálogo sino
de la imposición que obliga a los sujetos a actuar conforme a intereses ajenos.
En ese sentido, Freire cree
en la libertad humana, la entiende como una conquista, una construcción
permanente y cotidiana de las personas por convertirse en los artífices de su
propia historia mediante una lucha constante a través de una acción
transformadora que incida sobre la realidad, superando las condiciones
materiales concretas de opresión.
Para ello, Freire considera
que debe existir un diálogo crítico y liberador que debe llevarse a cabo con
los oprimidos para hacer posible su liberación, la cual debe comenzar por un
acto de concienciación de estos sobre su condición de opresión, siendo
fundamental el papel de la educación, pero una educación, no desde la
perspectiva bancaria, la cual solo persigue adaptar a los educandos al mundo en
que viven.
Por el contrario, propone
una educación liberadora que supere la contradicción educador-educando de
manera que ambos desempeñen los dos roles. Una educación basada en el diálogo y
la comunicación horizontal permitiendo que las personas se eduquen en comunión, lo cual posibilita la
transformación de la realidad, cambiando el mundo desde las estructuras
económicas y sociales.
Pero, esta revolución debe
basarse en una relación dialógica entre los dirigentes y los dirigidos, es
decir, opresores y oprimidos, partiendo de una educación liberadora, por cuanto
toda acción pedagógica es un acto político que adapta a los educandos al mundo
de la opresión o los concientiza para su liberación.
Sin embargo, es necesario
acotar que la opresión es una relación social en la que generalmente los
oprimidos participan de forma activa, por lo tanto obedece a condiciones
históricas, económicas y sociales que están fuera del alcance de la voluntad de
los sujetos que las encarnan. De allí que los cambios deban ser producto de las
condiciones de las estructuras profundas del capitalismo y no solo resultado de
la voluntad de los oprimidos, siendo útil el trabajo pedagógico de
concienciación para orientar las grandes transformaciones sociales, no para
generarlas.
Visto de esa forma, la
liberación no es un problema de voluntad sino de la conjunción compleja de
circunstancias históricas, tampoco es un fenómeno absoluto, siempre el
individuo está sujeto a determinadas relaciones sociales, ya sea de forma
opresiva o solidaria. De esa manera, el sujeto y su voluntad mueren, en su
lugar se debe poner a los intereses de los grupos y de las clases sociales,
pues la historia no la hacen los individuos, sus grandes ideas y su voluntad,
sino las clases sociales, la lucha de clases, el enfrentamiento de los
intereses de estas.
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