PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
La educación bancaria, tal
como Freire la plantea se refiere a la educación como tarea socializadora, la
cual debe ayudar a adaptar a las nuevas generaciones al orden establecido, sin
cuestionar la sociedad de la cual forma parte, pues la sociedad no debe ser
cuestionada, sino que los y las estudiantes deben adaptarse a ella.
De acuerdo a la educación
bancaria, el y la estudiante, a través
de la educación, debe aprende a subordinar sus intereses, sus instintos, sus
pasiones, con el propósito de mantener la paz social. Mediante la educación
bancaria, el individuo supone aceptar pasivamente la división de la sociedad en
clases sociales; es decir, no cuestionar las desigualdades y las injusticias
socialmente instituidas.
En ese sentido, la educación
bancaria propone la memorización mecánica de los contenidos ofrecidos por los y
las docentes, convirtiéndose los niños y las niñas en recipientes vacíos que
deben ser llenados con dichos contenidos. De esa manera, la educación, tal como
se plantea existe solo para perpetuar el status quo, es decir, lo establecido,
por cuanto, se adoctrina al niño y a la niña desde temprana edad para que
perpetúe el estilo de sociedad implantado por la ideología dominante.
Esto implica que solo se
ofrezca al niño y a la niña, los conocimientos producidos en otras latitudes
por pensadores adoctrinados e ideologizados según la corriente política
imperante, a manos de un y una docente que se considera el conocedor del saber,
encargado de transferir esos conocimientos a sus estudiantes, los cuales están
desvinculados de la realidad que cada uno (a) de ellos (as) vive.
En ese marco de pensamiento,
los educandos son agentes pasivos, quienes cumplen una sola función: recibir la
información, archivándola en su memoria en espera de que les sea preguntado
mediante exámenes y cumplir con los propósitos de la educación ideologizante,
reproductora de inequidad; en la cual no existe creatividad ni transformación,
mucho menos construcción de saber, solo el conformismo de asimilar cuanto se
les ofrece sin tener noción verdadera de para qué les sirve y/o servirá en su cotidianidad.
En este modelo educativo, el
y la docente es el único poseedor del saber mientras que el (la) estudiante son
receptores pasivos, considerados una pizarra en blanco, esperando que escriban
en ella, de allí que Freire proponga la educación libertadora, la cual se
encamina hacia la formación de seres humanos pensantes, comprometidos con su
devenir, que reafirmen su identidad gracias al pensamiento y la reflexión sobre
aquellos aspectos considerados como importantes para la solución de diversos
problemas, es decir, busque su incorporación activa en el progreso de la
sociedad como promotores de su propio bienestar.
Desde esa perspectiva,
Freire enfatiza que la educación libertadora se centra en las posibilidades
humanas de creatividad, libertad en medio de estructuras político-económicas, culturales
opresivas. Su objetivo es descubrir, aplicar soluciones liberadoras por medio
de la interacción y la transformación social, gracias al proceso de
concientización, definido como el proceso en virtud del cual el pueblo alcanza
una mayor conciencia, tanto de la realidad sociocultural que configura su vida
como de su capacidad de transformar esa realidad.
De acuerdo con lo anterior,
la educación liberadora permite al educando ser crítico, participativo,
asertivo en la solución de situaciones problemáticas de su familia y entorno,
posibilitando de esa manera la transformación de su mundo. En ese sentido, el
docente debe enseñar desde temprana edad al educando a buscar más allá de los
contenidos plasmados en los libros, interpretando lo que está oculto, en su
mundo.
Esta educación libertadora ubica
al educando en su contexto ofreciéndole las herramientas teórico prácticas
necesarias para la construcción de saberes con significado real para él, en
donde se le explique no sólo como realizar determinado trabajo de acuerdo con
su nivel evolutivo sino, cómo este aprendizaje puede transformar su realidad
familiar y comunitaria, para ofrecer beneficios al colectivo.
En ese sentido, la educación
liberadora está enraizada en la creencia de la humanización de docentes y
estudiantes. Por ello, la función de los primeros es problematizar el objeto de
enseñanza posibilitando a los segundos condiciones para que ocurra la
superación de los conocimientos, implícitos en los libros de texto, por el
verdadero sabe, generado a nivel de la episteme, en una perspectiva
problematizadora donde se desafía la sumisión de la conciencia con el propósito
de propiciar la inserción crítica del sujeto en la realidad, facilitando la
construcción de la conciencia reflexiva, acerca de los desafíos planteados por
la sociedad.
En cuanto a dialogicidad es
la base de una educación problematizadora, dirigida a transformar el entorno y
a los que intervienen en la práctica, porque en este diálogo, tanto el docente
como el estudiante son sujetos de aprendizaje, la capacidad emancipadora de la
educación se juzga como el poder de construir un saber productivo.
Se piensa que el diálogo
como metodología pedagógica implica una relación mutua de educación (así como
en la cosmovisión indígena se habla de una crianza mutua) entre los sujetos,
tanto en la vida comunitaria más amplia como en las propias relaciones de aula
o taller. Esto significa que se borra la dicotomía en la que la maestra o el
maestro es quien enseña y el estudiante/participante es el que no tiene luz (el
estudiante) y debe ser llenado, por tanto, de conocimientos.
Este elemento implica, la
generación de una educación que se acerque a la vida. Esto significa romper el
aislamiento de la escuela, la misma se abra a la experiencia cultural y las necesidades
y problemáticas del contexto. El proceso educativo así, en el modelo, deja de
ser una actividad desarrollada exclusivamente en el aula y pasa a ser un
conjunto de actividades que se desarrollan en muchos espacios educativos, con
la participación de miembros de la comunidad.
La dialogicidad forma parte
de la educación libertadora que promueve la socialización partiendo del diálogo
como principio ético y político, pues de esa manera, puede orientarse a los
propósitos de los derechos humanos, la construcción de la paz, fortalecimiento
de nuestra democracia, así como la superación de desigualdades,
discriminaciones.
Este adentramiento en el
diálogo, implica la construcción de un conocimiento compartido generado por los
estudiantes quienes no siempre concuerdan entre sí. El aprendizaje generado por
el diálogo surge cuando el (la) estudiante puede percibir la realidad
poniéndose en el lugar del compañero, lo cual permite al sentido común
reconocer a otros como análogos a él (ella).
Considero que el diálogo es
entre los actores y no la imposición de unos sobre otros, pero, para ello
requiere el respeto a las ideas/opiniones de los demás, dentro de un proceso de
construcción de confianza, permitiendo a todos los intervinientes acercar sus
distintas posiciones en temas relacionados con los contenidos curriculares. Además,
la educación dialógica media el aprendizaje entre el (la) profesor (a) y los
(as) estudiantes elaborando un conocimiento compartido al brindar al (la)
estudiante la posibilidad de expresar su diversidad creativa a través de la
agrupación de ideas.
ANÁLISIS CRÍTICO
La educación bancaria, tal
como la presenta Paulo Freire es solo transferencia conocimiento, en la cual el
(la) docente pretende estimular el clima democrático en la escuela por medios y
caminos autoritarios. En este modelo educativo, el (la) docente despliega una
pedagogía frontal y autoritaria, en donde el aprendizaje es considerado como
una copia acrítica de contenidos, ajenos al contexto sociocultural de los (as)
estudiantes, convirtiendo la escuela en un espacio de imposición que hace
posible la dominación y la explotación social.
De acuerdo con Freire, el
(la) docente es el centro único del cual dependen todas las actividades
realizadas dentro del aula de clases, es quien decide qué actividades se deben
realizar, cómo hacerlas y evaluarlas, manteniendo el control del grupo mediante
el ejercicio coercitivo del poder, en donde hace explícita a sus estudiantes la
autoridad que encarna, mientras los (as) estudiantes no tienen capacidad de
decisión.
En ese sentido, la educación
bancaria tiene carácter homogeneizador que sirve para segregar y diferenciar a
los (as) estudiantes que no van con el ritmo de aprendizaje de la mayoría de
sus compañeros (as). También contribuye a formar a aquellos individuos que
deben indicarse a las funciones administrativas del Estado capitalista y
aquellos que pasarán a conformar la clase obrera que vende su fuerza de
trabajo, medio por el cual cobra forma la explotación.
Además, no solo da forma a
una práctica segregadora, sino que tiene como objetivo principal imponer
arbitrariamente una serie de contenidos que dan forma a una arbitrariedad,
convirtiendo a la escuela en un medio por el cual la clase dominante, o bloque
hegemónico, impone arbitrariamente una versión distorsionada del mundo a las
clases explotadas.
Al respecto, Freire plantea
una educación como interacción, diálogo en conflicto mutuo de saberes para la
formación de los sujetos populares y de la democracia sustantiva, lo cual exige
la apropiación, construcción y socialización de saberes que recojan y
conflictúen los conocimientos y valores provenientes del mundo académico con
los del mundo popular.
De igual modo, señala
Freire, la educación dialogal se orienta a la práctica del diálogo social, el
que brota en los pasillos, en las aulas, en la memoria, construyendo sentidos
diferentes. En ese marco de pensamiento la dialogicidad se fundamenta en la necesidad de la
explicación de la realidad social como producción humana, atendiendo a las
problemáticas planteadas por los (las) estudiantes desde su cotidianidad y
experiencias de vida.
Desde la praxis pedagógica
se trazan actividades conjuntas entre el (la) docente y los (as) estudiantes de
carácter dialógicas en las que se promueve la participación, en encuentros
dialógicos presenciales en los cuales se promueve la interacción necesaria en
el trabajo colectivo de análisis, interpretación y construcción crítica.
Dentro de ese marco de
ideas, la dialogicidad plantea un modelo educativo libertador, opositor al
sistema de producción capitalista, una educación que posibilite el desarrollo
de un pensamiento autónomo, que transforme la enseñanza en concientización, la
práctica docente en militancia pedagógica, la cual a través de la investigación
acción se puedan lograr avances teóricos y transformaciones sociales desde los
espacios educativos y comunitarios, resaltando su realidad socio histórica y
cultural.
En otras palabras, una
educación basada en el diálogo genera informaciones y saberes populares en un
ambiente de clases, en donde se discute y debate la información recibida, no
solo del (la) docente sino de los medios, incentivando el aprendizaje bajo una
pedagogía de la libertad, como lo señala Freire.
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